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domingo, 20 de marzo de 2011

JESÚS, TEMPLO, LUGAR DE ENCUENTRO Y ADORACIÓN

Καὶ ὁ λόγος σὰρξ ἐγένετο καὶ ἐσκήνωσεν ἐν ἡμῖν, καὶ ἐθεασάμεθα τὴν δόξαν αὐτοῦ, δόξαν ὡς μονογενοῦς παρὰ πατρός, πλήρης χάριτος καὶ ἀληθείας.

Y La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros y vimos su gloria (gloria como del Unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.

TEMPLO Y GLORIA

Jesús es el personaje central enfocado por cada libro de La Escritura. El centro de La Escritura no es un país, lugar o geografía (Palestina), pues no es la geografía ni un país quien salva. La salvación pertenece al Señor, está escrito en Jonás (2.9), sólo él puede salvar.
Tampoco es una institución del Antiguo Testamento (templo), porque de ninguna manera en un edificio se encuentra la redención del pueblo de Dios. La redención la da sólo una persona, Jesús.
Primero en el tabernáculo y después en el templo, se manifestaba la gloria de Dios. Con el tiempo los israelitas acuñaron el término “shekiná” (Presencia de Dios), que por cierto no es término bíblico, sino rabínico.
En el tabernáculo, o tienda de reunión, se tenía el encuentro entre Dios y el hombre. Allí descendía la gloria de Dios, la verdad de Dios. Él se hacía presente y manifestaba su gloria y persona.

TEMPLO Y CULTO

Como lugar de culto, en el templo se tiene: revelación, santidad (ética), presencia. La revelación de Dios asumió diferentes formas en su entrega al hombre: sueños, historia, profecía, circunstancias, palabra hablada… entre otras. La suprema revelación es Cristo, Dios mismo hecho hombre, ser humano.
La revelación fue siempre iniciativa divina y como tal indicaba qué pedía Dios, y hacia dónde dirigía sus propósitos y qué personas eran las elegidas para llevar a cabo sus propósitos.
El culto tenía su liturgia y Dios decía como llevarlo a cabo. El libro de levítico es sumamente detallista en relación con el culto: sacrificios y ofrendas.
Dios decía cómo llevar a cabo la adoración que él exigía. El culto no era opcional. Cuando David organiza a los levitas en coros mantiene respeto por el orden del culto.
Una vez se equivocó al llevar el arca de la alianza al transportarla en una carreta, tirada por bueyes y Uza detuvo el arca con la mano, lo cual le costó la vida. David corrigió su error. Tenía que transportar el arca de acuerdo con las instrucciones de Dios, no de acuerdo con lo que él pensara fuese lo mejor. Con varas y a hombros, no en un carro tirado por animales.
El culto lo define Dios, no el hombre. La liturgia, el orden, se ve en el tiempo de Jesús: oración, canto, predicación, despedida (bendición).

CULTO DE HOY, ¿PREDICACIÓN O DISCURSO? ¿ADORACIÓN O SENSUALISMO?

Algunas comunidades son A.C., pero actúan como iglesia, y no hay predicación, sino discurso motivacional. No se predica el evangelio (denuncia de pecado), porque dicen: “la gente ya sabe que están en pecado, necesitan salir adelante”, y entonces se les da un discurso ajustado a su necesidad emocional.
El culto, entonces es sensualista, atiende las necesidades de motivación y se enfoca en el hombre. Culto antropocéntrico se tiene hoy, con sus afirmaciones consecuentes y dichos reiterativos: “El hombre es el centro de La Biblia. Tú eres especial. Todo gira alrededor de ti, Dios viene a visitarte… Siente el abrazo de Dios… él ha diseñado todo para ti… Te lleva en el centro de sus propósitos…” lo cual es falso, pues el centro del culto es Dios en Cristo.

JESÚS, PREDICADOR CRISTOCÉNTRICO

Jesús inicia su predicación con un tema: “arrepiéntanse, porque el reino de los cielos se ha acercado”. “El hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”.
Cuando el hombre “busca a Dios”, arriba a la idolatría, pervierte la persona de Dios. Se entiende, al carecer de la revelación desemboca en sus locas fantasías.
Al carecer de la revelación y la guía divina, sólo le queda crear religiones plenas de idolatría, sin Dios. Su naturaleza perdida, sin vida, ajena a Dios, le hacía del todo imposible regresar a Dios.
El hombre no puede regresar a Dios por su cuenta. Si le hubiese sido posible, Cristo habría venido en vano. Pero no, el hombre necesita ser regresado, guiado, y vuelto a su relación con Dios por quien da la revelación divina plena, Jesús, Dios hecho hombre, lleno de gracia y de verdad.
La predicación de Cristo, su palabra y su persona, son en sí mismos la revelación plena, completa y definitiva de los planes de Dios.
Las intenciones de Dios siempre fueron cristocéntricas, y Cristo mismo lo confirma: “Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad” (Juan 18.37).
En palabras de Cristo, La Escritura es cristocéntrica. “Y ellas (Las Escrituras) son las que dan testimonio de mí”. (Juan 5.39)
Predicar el evangelio es anunciar la voluntad de Dios manifestada en Cristo. El evangelio es la revelación de Dios en plenitud en Cristo.

CULTO CRISTOCÉNTRICO

Cantos, himnos, testimonios, lectura bíblica, todo ha de tener un centro: Dios y su Cristo. El canto ha de tener a Cristo como centro de adoración, no al hombre. El himno igual, tanto como el testimonio, cuya intención es destacar las obras de Cristo sobre su seguidor.
En el culto destacamos la persona de Dios: su santidad, grandeza, soberanía, misericordia, compasión, piedad, perdón, redención, salvación, nueva creación… todo, en Cristo.
Asistimos al culto para adorar a Dios, exaltar a Dios, agradecerle sus bendiciones, reconocer sus obras, y adorarlo por lo que él es… en Cristo.
El templo, como encuentro con Dios, se da en Cristo, en quien la presencia de Dios es visible, palpable, reveladora, redentora, renovadora.
La gracia y la verdad, residentes en el templo, son virtud y atributos de Dios en Cristo. De Cristo tomamos gracia sobre gracia, y de él recibimos la realidad del amor y la verdad de Dios. Asimismo, por cuanto a Dios nadie lo vio jamás, el Unigénito del Padre es quien nos lo dio a conocer, quien lo reveló.

CRISTO, PLENITUD DE LA VOLUNTAD DIVINA

Al ver la historia de los reyes de Israel uno suele pensar: “¿por qué se equivocaron? ¿Cómo fue posible que no hayan manifestado en plenitud el gobierno divino?”
Olvidamos que él único rey que habría de llevar a cabo el gobierno perfecto de Dios es Cristo.
Un rey como David, adúltero, asesino, mal padre, no fue obstáculo para Dios y sus planes. La historia demuestra que los planes de Dios están por sobre los humanos, sus errores, fracasos y frustraciones.
Cristo es el perfecto rey, al Hijo Unigénito, el hombre perfecto, el segundo Adán que cumple a cabalidad la voluntad de Dios a favor nuestro.
Cristo, templo nuestro, es la residencia de la gloria de Dios para nosotros, Dios habitando entre nosotros, el cumplimiento de la voluntad plena y divina de Dios en el mundo.


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