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domingo, 21 de mayo de 2017

SÓLO CRISTO, SIEMPRE CRISTO

Isaías 7:1-14 (NVI) 
1Acaz, hijo de Jotán y nieto de Uzías, reinaba en Judá. En ese tiempo Rezín, rey de Siria, y Pecaj hijo de Remalías, rey de Israel, subieron contra Jerusalén para atacarla, pero no pudieron conquistarla.

Los reyes de Israel y Siria se unen contra Judá, el reino del sur. Israel, reino del norte, compuesto por 10 tribus, ha dejado la adoración al Dios de sus patriarcas, Abraham, Isaac y Jacob y hace alianzas con los sirios para destruir al reino del sur y con ello va de la mano destruir la adoración a Dios en el templo. 
El escritor anticipa el cuidado de Dios sobre su pueblo: «subieron contra Jerusalén para atacarla, pero no pudieron conquistarla», con su nota anticipa toda la historia que escribirá más adelante, al subrayar la intervención del Señor en favor de su pueblo. Toma nota para tu vida personal.
Destaca, asimismo, la inutilidad de las armas, cuán fútil es un ejército, cualquiera sea su poderío, cuando se trata de combatir contra una nación, persona o pueblo protegidos por Dios. 
«No pudieron conquistarla» resuena como el canto de la frustración de un ejército que no se esperaba ese resultado, por un lado, y por el otro, el canto de alabanza al Dios protector. 

2En el palacio de David se recibió la noticia de que Siria se había aliado con Efraín, y se estremeció el corazón de Acaz y el de su pueblo, como se estremecen por el viento los árboles del bosque. 3El SEÑOR le dijo a Isaías: «Ve con tu hijo Sear Yasub a encontrarte con Acaz donde termina el canal del estanque superior, en el camino que conduce al Campo del Lavandero. 4Dile que tenga cuidado y no pierda la calma; que no tema ante el enojo ardiente de Rezín el sirio, ni ante el hijo de Remalías; que no se descorazone a causa de esos dos tizones humeantes. 5Dile también que Efraín, junto con el hijo de Remalías y el sirio, han tramado hacerle mal, pues piensan 6subir contra Judá, provocar el pánico, conquistarla y poner allí como rey al hijo de Tabel. 7Pero dile además que yo, el SEÑOR omnipotente, digo: “Eso no se cumplirá ni sucederá. 8La cabeza de Siria es Damasco, y la cabeza de Damasco es Rezín; pero dentro de sesenta y cinco años Efraín será destrozado hasta dejar de ser pueblo. 9La cabeza de Efraín es Samaria, y la cabeza de Samaria es el hijo de Remalías; si ustedes no creen en mí, no permanecerán firmes”.» 

El versículo 9 («si ustedes no creen en mí, no permanecerán firmes») está emparejado con Habacuc 2.4: «He aquí que aquel cuya alma no es recta se enorgullece, pero el justo por la fe vivirá». 
Describe un ambiente de muchos conflictos, con un escenario de muerte y destrucción, con angustia como olas del mar y gente afligida hasta la muerte, pero en medio de toda esa crisis, el justo permanece firme. No por su fe, como poder personal, sino por la providencia de Dios, quien da la fe, y el creyente recibe, por gracia, apoyo, sustento, protección y paz de su Señor y Dios. 
Dios llama a los reyes invasores “dos tizones humeantes”, como si fueran dos carbones sin fuego, como dos carbones a punto de apagarse definitivamente. La descripción de dos carbones así, destaca su potencial para la guerra, su poder destructivo ante Dios, quien los menosprecia al describirlos. 
No obstante, aun cuando son dos reinos mucho más poderosos que Judá, lo importante no es el poder ni las capacidades militares, sino la fe, la confianza en Dios, como hecho histórico, como acto espiritual, como actitud correcta delante de Dios para permanecer. Quien no crea, no permanecerá. 
En medio de crisis internacionales, lo importante es depender de la capacidad de Dios, no de la propia, ni de los contactos que uno tenga con personas de influencia o poder. 
Como símbolo de promesa que Dios cumplirá con quienes tengan fe, está el hijo del profeta, Sear Yasub, quien representa a quienes tendrán fe en el Señor. Ese hijo es la representación del remanente, de los pocos que tienen fe en Dios y permanecen por la gracia de Dios y por la fe en él. «Un remanente volverá», es lo que significa Sear Yasub, anunciando desde ya el exilio para el pueblo de Judá, y la promesa de cuidado cumplido por parte de Dios. 
El profeta enmarca el escenario de la fe entre la jungla de las emociones en situaciones de peligro. Todo mundo sintió miedo. 
La fe, en la historia de peligro real, no anula la percepción de muerte, ni las emociones de estrés, angustia y agonía. El pueblo tiembla literalmente, se angustia literalmente. 
¿Y la fe? ¿Qué es? En los contextos históricos es abandonarse en los brazos de la Palabra de Dios, descansar en sus promesas, acudir a su llamado, afinar el oído y creer en lo que no se ve. 
La fe camina por el oído. Sus fundamentos descansan en lo pronunciado por Dios, no en lo que se ve en la realidad. 
«La realidad» histórica (los datos duros y comprobables) son un ejército poderoso formado por dos coaliciones, asediando a una nación pequeña, fácil de engullir si se trata de contrastar el número de combatientes. 
¿Cómo no tener miedo ante tal realidad? Sin embargo, “la realidad visible” no es mayor ni “más real” que “la realidad” que la sustenta, “la realidad espiritual”, que es, en verdad, el respaldo y sustento de “la realidad visible”. 
Cuando leemos que “En el principio creó Dios los cielos y la tierra… y dijo Dios”, entendemos que una Palabra, la de Dios, dio origen al universo. Esa Palabra es de naturaleza espiritual; por ello, todo el mundo espiritual, no visible, es, en realidad, el sustento del mundo visible, llamado “real”. 
A la luz de la fe, no obstante, lo palpable no es “más real” que el mundo espiritual. A guisa de ejemplo, “la realidad suprema”, Dios, no es visible, palpable por ser espíritu, y aún así nos da muestras de su poder por medio de la creación, expresión de su divinidad y poder. 
Por eso el llamado de Dios a esperar en su Palabra (promesas y profecías), es la única opción de permanecer, subsistir y trascender por medio de la fe. 
Al fin y al cabo los miedos pasarán, tienen un límite, sea en el desgaste bélico, sea en la muerte, pero la vida de la fe trascenderá los planos histórico y físico, para llegar a su meta, la vida eterna al lado del Señor Dios. 

10El SEÑOR se dirigió a Acaz de nuevo: 11—Pide que el SEÑOR tu Dios te dé una señal, ya sea en lo más profundo de la tierra o en lo más alto del cielo. 12Pero Acaz respondió: —No pondré a prueba al SEÑOR, ni le pediré nada. 13Entonces Isaías dijo: «¡Escuchen ahora ustedes, los de la dinastía de David! ¿No les basta con agotar la paciencia de los hombres, que hacen lo mismo con mi Dios? 14Por eso, el Señor mismo les dará una señal: La joven concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamará Emanuel».

Juan 1.1 está a la vista como promesa y profecía aquí. Dios mismo se hará hombre entre su pueblo. Nacerá de una jovencita. Implica una joven virgen, de pureza espiritual aprobada por Dios, consagrada a él, una chica que ama al Dios de sus padres y vive para agradarlo. 
Dios se abre al rey y le propone que le haga una petición en medio de esta situación política internacional de angustia, pero el rey rechaza la oferta de Dios. Con su rechazo pretende dar una imagen de ser espiritual. Aparenta ser cuidadoso y respetuoso de Dios y no querer ofenderlo, pero en su rechazo falta a Dios, peca contra él y su pretensión lo exhibe como lo que es, un hombre sin fe, un hombre que no está no representado por Sear Yasub, como alguien que no es parte del remanente de Dios, de esos pocos que permanecen por tener fe en Dios. 
Dios mismo había prometido que algún día caminaría entre su pueblo (Levítico 26: 11Estableceré mi morada en medio de ustedes, y no los aborreceré. 12Caminaré entre ustedes. Yo seré su Dios, y ustedes serán mi pueblo. (NVI), de que sería parte de ellos y una vez más lo confirma. Pero su realización sería materializada en Cristo. 

Isaías 8:1-10 (NVI) 
1El SEÑOR me dijo: «Toma una tablilla grande y, con un estilete común, escribe sobre ella: “Tocante a Maher Salal Jasbaz”. 2Yo convocaré como testigos confiables al sacerdote Urías y a Zacarías hijo de Jeberequías.» 3Luego tuve relaciones con la profetisa, y ella concibió y dio a luz un hijo. Entonces el SEÑOR me dijo: «Ponle por nombre Maher Salal Jasbaz (=“el despojo se apresura, la presa se precipita”). 4Antes de que el niño aprenda a decir “papá” y “mamá”, la riqueza de Damasco y el botín de Samaria serán llevados ante el rey de Asiria.»  5El SEÑOR volvió a decirme: 6«Por cuanto este pueblo (Judá) ha rechazado las mansas corrientes de Siloé (=“Enviado”) y se regocija con Rezín y con el hijo de Remalías, 7el Señor está a punto de traer contra ellos las impetuosas crecientes del río Éufrates: al rey de Asiria con toda su gloria. Rebasará todos sus canales, desbordará todas sus orillas; 8pasará hasta Judá, la inundará, y crecerá hasta llegarle al cuello. Sus alas extendidas, ¡oh Emanuel!, cubrirán la anchura de tu tierra.» 9Escuchen esto, naciones, todas las naciones lejanas: ¡Alcen el grito de guerra, y serán destrozadas! ¡Prepárense para la batalla, y serán despedazadas! ¡Prepárense para la batalla, y serán desmenuzadas! 10Tracen su estrategia, pero será desbaratada; propongan su plan, pero no se realizará, porque Dios está con nosotros. 

El pueblo de Judá rechaza al enviado y su paz, Siloé. A cambio, Dios les envía otro río, éste es impetuoso, abundante, el Éufrates. Judá menospreció la gracia de Dios, hecha realidad en Cristo, su Siloé, y a cambio les envía a Asiria, un río impresionante. 
Judá se deleitaba en el poder. Lo anhelaba. No le causaba placer verse a sí misma bajo la lupa de lo minúsculo, y tampoco sentía orgullo de ser pequeña a sus propios ojos. En cambio, el contraste, lo pequeño contra lo grande, ¡eso sí es ser valioso! ¡Eso sí que vale la pena! No es lo mismo ser un río Ramos (de la localidad de Allende, Nuevo León, México), que ser un Río Nilo, uno que cruza toda África. No es lo mismo ser una nación pequeña, que ser una nación poderosa y, en vez de ser humillada, humillar, en vez de ser acosada, acosar, en vez de ser vencida, ser avasallante, vencedora. 
Aquí el profeta presenta el poder de Dios manifestado en Emmanuel, el Siloé. Su gobierno será imperial. Ninguna nación es digna de ser temida, ningún rey es digno de esperar en él, porque Dios tiene un rey, un soberano, un gobernante que llenará la tierra con su gloria, y ese rey es Emmanuel. 
Las noticias que infunden terror no han de ser tomadas en cuenta por quienes confían en el Señor, porque Dios tiene un gobernante a cargo de su rebaño pequeño, su pequeña manada, y es Jesús, el Buen Pastor.

Isaías 8:12-14 (NVI) 
12«No digan ustedes que es conspiración todo lo que llama conspiración esta gente; no teman lo que ellos temen, ni se dejen asustar. 13Sólo al SEÑOR Todopoderoso tendrán ustedes por santo, sólo a él deben honrarlo, sólo a él han de temerlo. 14El SEÑOR será un santuario. Pero será una piedra de tropiezo para las dos casas de Israel; ¡una roca que los hará caer! ¡Será para los habitantes de Jerusalén un lazo y una trampa!
Una vez más, Dios confirma a quien temer, llama a quién honrar, en quien esperar y es el Señor mismo, quien será santuario, refugio, lugar donde habita él mismo.
Apocalipsis es el libro más claro en presentar a Cristo como templo, morada de Dios entre los hombres, santuario y lugar de encuentro entre el hombre y Dios, siguiendo lo iniciado en el evangelio de Juan, Cristo como templo, Cristo como camino único para llegar al Padre, Cristo como morada de la gloria de Dios…
¿De quién habla? ¿Quién dijo de sí mismo ser el templo de Dios, fuera de Cristo? ¿A quién se refiere Apocalipsis cuando dice que Dios mismo será el templo en medio de las naciones que adoran a Dios? 
¡Cristo!, ¡Cristo!, ¡Cristo!, ¡Cristo!, Siempre Cristo como promesa y cumplimiento, como quien cumple toda profecía del A.T.  
Hay quien le teme al diablo, o que le atribuye un poder desorbitado a Satanás, pero lo importante lo aclara el Señor Jesús, quien definió los límites de Satanás: sólo puede quitar la vida física (sólo si Dios se lo permite), pero Dios puede quitar la vida y echar a la persona al infierno. 
El diablo no puede hacer eso, pues el infierno es también morada de castigo para el mismo Satanás. 
Si alguien es digno de ser temido es Dios, y nadie más. 

Isaías 8:18 (NVI) 
18Aquí me tienen, con los hijos que el SEÑOR me ha dado. Somos en Israel señales y presagios del SEÑOR Todopoderoso, que habita en el monte Sión
Dice Hebreos 2:11-13 (NVI) 11Tanto el que santifica como los que son santificados tienen un mismo origen, por lo cual Jesús no se avergüenza de llamarlos hermanos, 12cuando dice: «Proclamaré tu nombre a mis hermanos en medio de la congregación te alabaré.» 13En otra parte dice: «Yo confiaré en él.» Y añade: «Aquí me tienen, con los hijos que Dios me ha dado.»
Para Hebreos, la frase “Aquí me tienen con los hijos que el Señor me ha dado”, es dicha por Jesús. Para Hebreos esas palabras son de Cristo, quien tiene hijos, y con ellos se identifica en sus penas, sufrimientos y quebrantos. 
Seguir las huellas de Cristo en el A.T. es fundamental para comprobar que un principio de interpretación básico, esencial y primordial, es la persona de Cristo. Sin él, el A.T. pierde rumbo, meta y sentido. 
Cristo es la esencia de toda promesa, Cristo es el corazón, la estructura que sostiene las bases del edificio profético del A.T. y Cristo mismo es el blanco al cual apuntan las flechas del cumplimiento de las promesas y profecías del Dios Eterno. 
Él, como Sumo Sacerdote se hizo hombre y padeció toda tentación, dolor, quebranto, maldición y sufrimiento experimentado por todo ser humano, por eso puede comprender en plenitud de profundidad a toda persona y consolarla, porque se identificó con la humanidad en su encarnación. 

Isaías 9:1-7 (NVI) 
1A pesar de todo, no habrá más penumbra para la que estuvo angustiada. En el pasado Dios humilló a la tierra de Zabulón y a la tierra de Neftalí; pero en el futuro honrará a Galilea, tierra de paganos, en el camino del mar, al otro lado del Jordán. 2El pueblo que andaba en la oscuridad ha visto una gran luz; sobre los que vivían en densas tinieblas la luz ha resplandecido. 3Tú has hecho que la nación crezca; has aumentado su alegría. Y se alegran ellos en tu presencia como cuando recogen la cosecha, como cuando reparten el botín. 4Ciertamente tú has quebrado, como en la derrota de Madián, el yugo que los oprimía, la barra que pesaba sobre sus hombros, el bastón de mando que los subyugaba. 5Todas las botas guerreras que resonaron en la batalla, y toda la ropa teñida en sangre serán arrojadas al fuego, serán consumidas por las llamas. 6Porque nos ha nacido un niño, se nos ha concedido un hijo; la soberanía reposará sobre sus hombros, y se le darán estos nombres: Consejero admirable, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz. 7Se extenderán su soberanía y su paz, y no tendrán fin. Gobernará sobre el trono de David y sobre su reino, para establecerlo y sostenerlo con justicia y rectitud desde ahora y para siempre. Esto lo llevará a cabo el celo del SEÑOR Todopoderoso. 

Este pasaje se cita cada Navidad al rememorar la venida de Cristo para bendecir a quienes viven oprimidos por el pecado y sus tinieblas.
Su primera venida es presentada como una acción bélica, en la cual los enemigos combatientes son bañados en sangre y fuego. 
Su victoria sobre el enemigo es contundente. Tal es la derrota que les inflige a los contrarios, que el botín es enorme, cuantioso. 
¿Es real la batalla? ¿Se derrama sangre y fuego sobre los enemigos del Mesías o es una alusión a su victoria a partir de lo único conocido, como las batallas y sus resultados?
Desde luego, la personalidad del Mesías despeja toda duda. A Pilato le dijo: «Mi reino no es de este mundo –contestó Jesús–. Si lo fuera, mis propios guardias pelearían para impedir que los judíos me arrestaran. Pero mi reino no es de este mundo». Juan 18:36 NVI)
Su llegada, descrita en términos militares hace hincapié en su poder, su aplastante victoria y la manifestación de su gloria en medio de un mundo sumergido en tinieblas, dominado por el pecado, el mundo, la carne y el diablo.
El NIÑO VENCEDOR es el Mesías encarnado. Su reino tiene el carácter de Dios, paz, gloria, luz, santidad, pureza, justicia y equidad, reino sin fin.

Isaías 10:1-6 (NVI) 
1¡Ay de los que emiten decretos inicuos y publican edictos opresivos! 2Privan de sus derechos a los pobres, y no les hacen justicia a los oprimidos de mi pueblo; hacen de las viudas su presa y saquean a los huérfanos. 3¿Qué van a hacer cuando deban rendir cuentas, cuando llegue desde lejos la tormenta? ¿A  quién acudirán en busca de ayuda? ¿En dónde dejarán sus riquezas? 4No les quedará más remedio que humillarse entre los cautivos o morir entre los masacrados. A pesar de todo esto, la ira de Dios no se ha aplacado; ¡su mano aún sigue extendida! 5«¡Ay de Asiria, vara de mi ira! ¡El garrote de mi enojo está en su mano! 6Lo envío contra una nación impía, lo mando contra un pueblo que me enfurece, para saquearlo y despojarlo, para pisotearlo como al barro de las calles. 
Los gobernantes injustos, quienes decretan leyes opresivas (en nuestro contexto mundial serían presidentes nacionales y alcaldes, diputados, senadores…) y saquean a sus gobernados, no están fuera del gobierno y señorío del Dios Eterno. 
Él tiene sus medidas de justicia, y los imperios de antes y de hoy no escapan de la manifestación de la ira de Dios. 
La ira de Dios es revelada, vista en las políticas intervencionistas de hoy, tanto como en las de ayer. 
Cuando una nación invade a otra, opinamos con ligereza, hablamos de actitudes imperialistas, que lo son. Hablamos de poder ultrajante, que lo es. Hablamos de orgullo, insolencia, y de naciones ensoberbecidas, que lo son, pero no hablamos de la intervención de Dios para llevar a cabo sus planes. 
Las naciones abusivas de hoy, con mentalidad imperialista están bajo el dominio y el poder y gobierno soberano de Dios, y Dios las va a castigar. 
Esas naciones, igual que Asiria, tienen sentido bajo la soberanía de Dios cuando imponen su poder a otras naciones, pero esa misma política intervencionista será castigada por quien pone las reglas de la justicia y equidad y ése sólo es Dios, quien impone sus caminos diseñados para que los recorran las naciones hacia el destino que él ha fijado. 
El profeta mismo presenta a Dios manejando a Asiria: 

Isaías 10:15 (NVI)
15¿Puede acaso gloriarse el hacha más que el que la maneja, o jactarse la sierra contra quien la usa? ¡Como si pudiera el bastón manejar a quien lo tiene en la mano, o la frágil vara pudiera levantar a quien pesa más que la madera!
Isaías 11:1-11 (NVI) 
1Del tronco de Isaí brotará un retoño; un vástago nacerá de sus raíces. 2El Espíritu del SEÑOR reposará sobre él: espíritu de sabiduría y de entendimiento, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor del SEÑOR. 3Él se deleitará en el temor del SEÑOR; no juzgará según las apariencias, ni decidirá por lo que oiga decir, 4sino que juzgará con justicia a los desvalidos, y dará un fallo justo en favor de los pobres de la tierra. Destruirá la tierra con la vara de su boca; matará al malvado con el aliento de sus labios. 5La justicia será el cinto de sus lomos y la fidelidad el ceñidor de su cintura. 6El lobo vivirá con el cordero, el leopardo se echará con el cabrito, y juntos andarán el ternero y el cachorro de león, y un niño pequeño los guiará. 7La vaca pastará con la osa, sus crías se echarán juntas, y el león comerá paja como el buey. 8Jugará el niño de pecho junto a la cueva de la cobra, y el recién destetado meterá la mano en el nido de la víbora. 9No harán ningún daño ni estrago en todo mi monte santo, porque rebosará la tierra con el conocimiento del SEÑOR como rebosa el mar con las aguas. 10En aquel día se alzará la raíz de Isaí como estandarte de los pueblos; hacia él correrán las naciones, y glorioso será el lugar donde repose. 11En aquel día el Señor volverá a extender su mano para recuperar al remanente de su pueblo, a los que hayan quedado en Asiria, en Egipto, Patros y Cus; en Elam, Sinar y Jamat, y en las regiones más remotas.

In crescendo, el profeta avanza para llegar a la descripción de un mundo utópico, irreal, imaginario, fantasioso, donde la fauna convive entre sí, clases de animales imposible de convivir, como depredadores y sus víctimas en una relación idílica. 
Dios se hace presente por medio de su gloria, que desborda, como agua incontenible por la presa, para inundar todo el planeta tierra, y las naciones y etnias son envueltas por ella. 
Isaías presenta un mundo no imaginario, sino un mundo esperado por medio de la fe. Este mundo es fantasioso para quien tiene ojos de ciencia ficción, pero no de fe. 
La fe camina en el mundo de lo imposible, de esa imposibilidad propia de Dios, su campo exclusivo. 
A ese campo pertenece la fe. Sólo quien tiene fe verá la gloria de Dios, sólo quien tiene fe en La Palabra divina espera la realización de la profecía de Isaías, LA NUEVA CREACIÓN. 
De acuerdo con Isaías y los apóstoles, vendrá una nueva creación, la cual será la morada para el nuevo hombre, la nueva criatura en Cristo. 
Hábitat y humanidad nueva serán un conjunto planeado por Dios, prometido por él, proclamado como anuncio, promesa, profecía y destino eterno, preparado por Dios. 
La nueva realidad no es fantasía, pero es descrita en términos conocidos para anticipar el nuevo orden, la nueva naturaleza de todo el universo, flora, fauna, hombre, sociedad, en la nueva creación, que sustituirá cielos y tierra que desde ya anhelan la manifestación gloriosa de los hijos de Dios, en el decir paulino. 
Cristo, es el vástago, el renuevo prometido, descendiente de Isaí, que florecerá de un tronco a punto de morir (o ya muerto) que recibe nueva vida (imposible sacar vida de la muerte), como Lázaro sacado del sepulcro. 
Para todo creyente cristiano, la realidad de la victoria de Dios es vigente. En Cristo somos más que vencedores (en medio de muerte, acoso, inseguridad, persecución…) por la gracia de Dios. 
La fe del creyente no lo vacuna contra el miedo, pero sí lo empodera del poder de lo alto para depender del poder de Dios, no del suyo propio. 
Esperar en el Señor nos coloca en la realización del plan de Dios sobre nosotros como su pueblo, como el nuevo hombre en Cristo, como la nueva humanidad, como descendientes de Jesús mismo, como los moradores del nuevo planeta, en la nueva creación. 
Desde hoy el deleite de vivir la armonía de Dios en la nueva realidad es parte de la experiencia vivida por medio del Espíritu Santo que mora en el creyente, lleno de él, en la expresión de su fruto (amor, gozo, paz, paciencia…) que será la manifestación del carácter de todo cristiano en la nueva creación. 
Ya está la semilla en el creyente. Por lo tanto, nutrirse de La Palabra será lo esperado de toda persona que se diga cristiano. 
Amar a Cristo va de la mano de amar su Palabra, La Palabra única, eterna, real, asible, creadora, generosa en bendecir, redimir, salvar, dar vida abundante y eterna, para habitar, con ella, en ella, en la realidad de la gloria de Cristo.

Gocémonos, vivamos la dicha, gozo, amor y deleite en el más grande placer jamás concebido, ver la gloria de Cristo.

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