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viernes, 6 de enero de 2012

GÉNESIS

EN EL PRINCIPIO CREÓ DIOS LOS CIELOS Y LA TIERRA.

Génesis es el libro de los orígenes de todo: universo, espacio, tiempo, hombre, trabajo, pecado y caída, promesa, evangelio y restauración, etnias, misión, profecía y revelación, familia de Dios…
En la Biblia Hebraica los libros de la Ley tienen un nombre diferente al que tienen en la tradición cristiana. En las versiones judías se llama «Bereshit», que son las primeras palabras del libro: «En el principio».
En realidad el nombre de Génesis le fue dado por los traductores de la versión griega del Antiguo Testamento, llamada «Los LXX», conocida también como la Biblia Septuaginta. Comprende sólo los libros del Antiguo Testamento. Incluso el orden de los libros, en la Biblia Hebraica es diferente al que tienen las versiones no judías.
El nombre de La Biblia en hebreo es «Tanaj», palabra que es un acróstico formado por las primeras letras de las divisiones de la Biblia Hebraica: Torá (Ley), Neviim (Profetas) y Ketovim (Escritos). Si formamos una palabra con la «T» de Torá, la «N» de Neviim, y la «K» Ketovim, formamos Tanaj, pero por la fonética de las consonantes hebreas no va a coincidir con la pronunciación de la palabra en español.
Génesis forma parte de los cinco libros de la ley, que la tradición judeocristiana atribuye a Moisés. Una palabra clave para comprender el libro, en el hebreo, es la palabra «toledot» (generaciones), de donde se toma la idea de Génesis (Orígenes), porque en este libro tenemos los orígenes de todo lo creado, como sometido y gobernado por un Dios soberano, grande, omnipotente, omnisciente, ante cuya persona y poder todo a de responder en adoración, alabanza y gloria a su nombre.

DOCTRINAS
DIOS
El hombre
El pecado
Satanás
Salvación
Elección
DIOS y sus atributos: Soberano, Amoroso, Santo, Justo, Eterno, Sabio…
Soberano. No necesitaba crear al hombre para ser Dios. Tampoco necesitó consejo, dirección, u órdenes para iniciar la creación del universo.
Creó el universo porque quiso. Y al hacerlo manifestó de sí mismo su grandeza, su gloria, su bondad, su belleza, su poderío, su compasión y sabiduría en todos y cada uno de sus detalles.
Otros de sus atributos divinos se fueron manifestando a medida que se avanza en el relato del Génesis, como cuando trata con el hombre y con el diablo.
La importancia de una doctrina está relacionada con cuántas veces se menciona, con qué se relaciona y su centralidad en los textos.
A guisa de ejemplo, ¿a quién se menciona más, al hombre o al diablo? A partir de a pregunta, ¿en quién debemos centrar la atención?
Y por continuar en ese tenor, ¿quién es más mencionado, Dios o el diablo? ¿Y en quién se centra la atención de ellos dos? ¿Qué se dice de uno y de otro?
De igual modo podemos preguntar: ¿Quién es el personaje central de La Biblia? Y a partir de estas preguntas podemos ir desarrollando la visión correcta que la Escritura nos da para tener la visión de Dios incorporada en nosotros.
EL HOMBRE. A diferencia de Dios, no es eterno, es temporal, limitado, finito, creación de Dios. No fue creado mortal. La mortalidad fue consecuencia de una falta moral, de una transgresión contra las reglas de Dios.
En su relación con Dios, el creador mostró su santidad al establecer las reglas de la conducta humana. Dios se presenta como juez.
Asimismo se presenta como proveedor, sustentador, protector, además de dar una imagen de sí mismo interesado en mantener comunión con el hombre.
De esta manera el hombre se presenta como un ser relacional, necesitado de comunión, no hecho para la soledad.
Lo esencial del hombre es su relación prioritaria: con Dios. Hablamos del hombre como varón. Para la mujer también aplicará por ser de la misma naturaleza del hombre.
Otra característica del hombre es su dependencia de Dios. Necesita oírlo y atender sus instrucciones para no errar y vivir una vida sana, en paz, plena, y de éxito, que consiste en no romper relaciones con Dios.
Su dependencia se relaciona con los mandamientos de Dios. El hombre es libre sólo si obedece a Dios. Dios lo crea responsable, con libertad para amar y obedecer, como ser responsable para ser fiel o abandonar a Dios, traicionarlo y estar consciente de su traición.
Dios lo crea moral y su moral depende de lo que reglamenta Dios, y nadie más. En su libertad, bajo los mandatos de Dios, el hombre decide no obedecerlo. Decide seguir las instigaciones del diablo y abandona su libertad en Dios, para colocarse bajo la esclavitud del pecado.
Peca, pero lo hace en compañía de la mujer, que fue la primera en pecar e inducir al hombre a seguirla. Se habían unido, se habían hecho uno en el acto íntimo y como hecho uno siguen uno en pecar. No se puede pecar si no se hace en comunidad. Hay pecados discretos, íntimos, personales, pero tienen como referente inevitable la relación humana. Otro humano es referente de pecado, y si no, al menos es la misma creación de Dios, como en algunas filias.
El hombre es criatura de Dios, es hecho sensible, con capacidad para amar, comprender, comunicarse, crear a partir de la creación dada, es hecho sensual y sexual para vivir y ser afín con la mujer.
SATANÁS Y HOMBRE. Satanás es un ser creado por Dios. La Biblia no dice cuál fue su pecado, aunque algunos le atribuyen los textos de Isaías y Ezequiel, donde hablan del “lucero de la mañana” y de su altivez.
Sin embargo, al leer los textos es obvio que no hablan de él, sino de personas juzgadas y condenadas por Dios (como el rey de Babilonia), en un texto cuyas imágenes dramatizan la caída de un hombre, el rey de Babilonia que, después de haberse enaltecido y llegar a creerse divino, la canción que entonan los muertos en su escarnio, lo pintan justo como un «lucero de la mañana» caído, mortal, juzgado y condenado por Dios.
Satanás es un ser espiritual que intenta estropear los planes de Dios. Es malvado, con una naturaleza sucia, pecaminosa, odiosa. Encarna la maldad en sí mismo, no es la antítesis de Dios, porque no es eterno. La Biblia no habla de una lucha eterna entre el bien y el mal. El Bien, por decirlo de alguna manera, no existe. En todo caso, el Bien es Dios mismo, así como es amor y luz y santo.
Satanás no puede hacer pecar al hombre a menos que Dios y el hombre se lo permitan. Si tienta a alguien, lo hace con permiso, si atenta contra un hijo de Dios, se lo permiten. Si atenta contra el hombre, éste peca por su calidad de persona moral responsable. Su culpa no es transferible.
Satanás no es soberano, no tiene el mismo poder de Dios, no está en todas partes porque no es omnipresente, ni omnisciente, ni omnipotente.
Job, y la concesión de Dios para tentarlo, Pedro y su negación, así como Adán en el Edén, son claros ejemplos de la limitación del diablo para atentar contra el ser humano.
Incluso su maldad sirve a los planes soberanos de Dios y la muerte de Cristo en la cruz son demostración contundente de la sabiduría y poder divinos, pues Satanás no podía discernir lo que ya se le había declarado: que la simiente de la mujer le destrozaría la cabeza y que él le mordería el talón a la simiente de la mujer.
La cruz es evidencia de que la palabra de Dios se cumple y no hay poder ni humano ni espiritual capaz de echar a perder los planes divinos.
Satanás no puede hacer lo que quiera con el ser humano. Tiene límites definidos por Dios. De acuerdo con Jesús, no hay que temer a quien puede quitar la vida, y hasta allí llegó. Más bien hay que temerle a quien puede quitar la vida y después echarlo a uno al infierno, es decir, a Dios.
PECADO. Es una transgresión contra los mandatos expresos de Dios. Puede ser moral, simbólico, físico, emocional, espiritual, social, íntimo o privado, contra la naturaleza, sexual, legal…
Todo envuelto en una orden:

Dios el SEÑOR tomó al hombre y lo puso en el jardín del Edén para que lo cultivara y lo cuidara, y le dio este mandato: «Puedes comer de todos los árboles del jardín, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no deberás comer. El día que de él comas, ciertamente morirás». Génesis 3.15-17.

El hombre peca por instigación diabólica, pero también por decisión personal. Es responsable de sus actos, decisiones, conducta, pensamientos, sentimientos y emociones. Claro, no de todo sentimiento, como miedo a un perro rabioso o a estar en medio de una balacera.
A partir de Adán y Eva entra el pecado en la humanidad. Ellos son la puerta para que el pecado se haga parte de la naturaleza humana.
No nacemos con un pecado original. La Biblia no enseña eso. Enseña que el pecado es personal y que en algún momento de su vida el hombre peca. Ignoramos el momento en que el individuo cobra consciencia de pecado. No sabemos a qué edad, el momento de la historia de cada persona en que sabe que cometió pecado de forma consciente, porque también pecamos inconscientemente.
La esencia del pecado es espiritual, de ruptura de relaciones entre Dios y el hombre, pero decidida por el hombre.
En el Edén el hombre se declara autónomo de Dios, rompe con él, y dicta su propia moral, sus propias reglas, establece su norma de bondad y maldad. Dios no tiene más derecho sobre el hombre.
¿Qué quería Dios? ¡Bendecir al hombre con su presencia! La dicha del hombre descansaba en su relación y comunión con Dios.
Dios es la fuente de toda dicha, de una infinita paz, de un gozo que ahora no podemos ni imaginar en su plenitud, pero del cual tenemos referentes en el gozo que encontramos en el placer corporal o social que tenemos al alcance.
No obstante, el pecado como autonomía no existe. Es un arrogante quien afirma ser independiente y autónomo. Toda su vida ha necesitado de otros, incluso desde su concepción.
Nacer, crecer, desarrollarse, sobrevivir, trabajar o dar trabajo, toda actividad está vinculada con otros.
Su mayor vínculo es con Dios, de quien jamás será autónomo, pues al fin de su vida tendrá que rendirle cuentas a su creador y juez. Aun al declararse autónomo, el hombre manifiesta su dependencia pecaminosa de su naturaleza y del domino diabólico sobre sí mismo.
SALVACIÓN. El evangelio empieza en Génesis 3. Dice el relato fundamental de la salvación:

1La serpiente era más astuta que todos los animales del campo que Dios el SEÑOR había hecho, así que le preguntó a la mujer: -¿Es verdad que Dios les dijo que no comieran de ningún árbol del jardín? 2-Podemos comer del fruto de todos los árboles- respondió la mujer-. 3Pero, en cuanto al fruto del árbol que está en medio del jardín, Dios nos ha dicho: «No coman de ese árbol, ni lo toquen; de lo contrario, morirán». 4Pero la serpiente le dijo a la mujer: -¡No es cierto, no van a morir! 5Dios sabe muy bien que, cuando coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y llegarán a ser como Dios, conocedores del bien y del mal. 6La mujer vio que el fruto del árbol era bueno para comer, y que tenía buen aspecto y era deseable para adquirir sabiduría, así que tomó de su fruto y comió. Luego le dio a su esposo, y también él comió. 7En ese momento se les abrieron los ojos, y tomaron conciencia de su desnudez. Por eso, para cubrirse entretejieron hojas de higuera. 8Cuando el día comenzó a refrescar, oyeron el hombre y la mujer que Dios andaba recorriendo el jardín; entonces corrieron a esconderse entre los árboles, para que Dios no los viera. 9Pero Dios el SEÑOR llamó al hombre y le dijo: - ¿Dónde estás? 10El hombre contestó: -Escuché que andabas por el jardín, y tuve miedo porque estoy desnudo. Por eso me escondí. 11-¿Y quién te ha dicho que estás desnudo?- le preguntó Dios-. ¿Acaso has comido del fruto del árbol que yo te prohibí comer? 12Él respondió: -La mujer que me diste por compañera me dio de ese fruto, y yo lo comí. 13Entonces Dios el SEÑOR le preguntó a la mujer: -¿Qué es lo que has hecho? -La serpiente me engañó, y comí- contestó ella. 14Dios el SEÑOR dijo entonces a la serpiente: «Por causa de lo que has hecho, ¡maldita serás entre todos los animales, tanto domésticos como salvajes! Te arrastrarás sobre tu vientre, y comerás polvo todos los días de tu vida. 15 Pondré enemistad entre tú y la mujer, y entre tu simiente y la de ella; su simiente te aplastará la cabeza, pero tú le morderás el talón.»

CRISTO. Aquí empieza la biografía del salvador del mundo. Cristo entra en el escenario. Este es el pasaje del protoevangelio.
Dios establece las reglas para la salvación. Sólo por medio de Cristo. Sólo Cristo puede salvar. El hombre jamás encontrará el camino de regreso a Dios por sí mismo. El pecado lo deshabilitó e incapacitó para regresar al Padre. Quedó ciego espiritualmente y no puede identificar más la senda que regresa a Dios. Más grave aún, espiritualmente muere cuando peca y un muerto no puede aspirar a tener vida. De alguna manera Jesús y Lázaro lo ejemplifican. A menos que Jesús llegue y le dé vida a Lázaro, éste no puede ni pedir ni clamar por vida. Es la naturaleza de los muertos. Sólo Cristo puede darles vida, sólo él puede «buscar y salvar a los perdidos», propósito de su encarnación y agente de la gracia de Dios para el hombre.
Cristo es la respuesta del Padre al problema del pecado. Él es la simiente prometida de la mujer y el centro de toda promesa divina de Dios para el hombre.
Más adelante tenemos la evidencia del juicio de Dios sobre el pecado, en el diluvio. Este evento marca quién es Dios, un Dios que se duele por la condición humana pecaminosa. Dios no es indiferente al pecado ni a la rebeldía humana, ni a la muerte del hombre, ni a su destino. Tampoco es un Dios injusto o solapador. Dios no deja impune el pecado, ni del individuo, ni de la sociedad, ni del mundo. En el diluvio tenemos un juicio global, universal, que anticipa el juicio de las naciones expresado por Cristo y detallado en el Apocalipsis.
DIOS EN MISIÓN. El Señor sigue en pie con su plan redentor, y él mismo inicia la Gran Comisión a partir de Génesis, con Abraham. La misión de Dios es global, universal, multiétnica.

1El SEÑOR le dijo a Abram: «Deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre, y vete a la tierra que te mostraré. 2»Haré de ti una nación grande, y te bendeciré; haré famoso tu nombre, y serás una bendición. 3 Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan; ¡por medio de ti serán bendecidas todas las familias de la tierra!» Génesis 12.1-3.

El único pecado que Dios no perdona es el rechazar a Cristo y negarse a poner la fe personal en él. Negar a Cristo es en esencia resistirse a ser bendecido por Dios, negar sus bendiciones, rechazar la bendición de la salvación.
Creer en Cristo nos pone en el nivel de la fe de Abraham, que es declarado justo por Dios sólo por creerle a Dios, por aceptar ser bendecido como Dios quiere bendecirnos.
Más adelante vemos la misión de Dios con mayor detalle. Como padre, Abraham sube a un monte para sacrificar a Isaac. En el monte donde Isaac ha de ser sacrificado Dios provee el sustituto que redime. Dios provee un animalito, e Isaac es redimido porque alguien muere en lugar de él.
Tenemos un patrón que se va desenrollando, se va desplegando. Toda salvación va acompañada de una vida entregada a favor de quien es salvado. Uno es salvado de la muerte y recibe liberación. Así, salvación y liberación van de la mano.
Dios le promete a Abraham que su descendencia será más numerosa que las estrellas del cielo. Desde un inicio podemos confirmar que tal descendencia habría de ser multiétnica, no confinada a límites geográficos o raciales.
Por medio de Abraham el Señor bendeciría a todas las familias de la tierra significa que toda etnia estaba en los planes de redención y salvación de Dios.
Así que ¿quién empieza, cuándo y dónde la Gran Comisión? Dios la empieza en Ur, con un anciano, y la empieza un poco antes de mil años antes de Cristo.
Dios está interesado en dar a conocer su evangelio a toda etnia, a toda gente, a todo mundo.
PROVISIÓN DIVINA. En el avance del plan de Dios atravesamos por muchos conflictos, confusión, luchas, guerras, traiciones, bendiciones, historias de amor… historias filiales, y en medio de éstas destacan Isaac, su hijo Jacob y José, hijo de Jacob.
En medio de una gran hambruna, y conflictos sociales a nivel global, con naciones en crisis, la vida corre peligro. ¿Qué va a pasar con el pueblo de Dios?
El pueblo de Dios está en medio de la crisis. Corre peligro. Puede morir, ser exterminado. ¿Qué hace Dios en medio de todo este panorama? ¡Tiene el remedio! Ha levantado a José y lo ha venido preparando para rescatar y dar vida a muchos pueblos cuya salvación se debe al amor de Dios por su pueblo.
LECCIONES PARA HOY
¿Qué lección obtienes de todo esto? Por amor a su pueblo Dios hará lo mismo en toda época, incluyendo la tuya.
Eres simiente de Abraham, diseñado para ser receptor de bendiciones. Alguien dio su vida por ti, como provisión divina, Cristo. Y si Dios dio a su Hijo por ti, no faltarán de cumplirse ninguna promesa dada a Abraham y a Cristo, y tú eres parte de la promesa y la bendición.
Tu respuesta, vivir con fe, participar en la extensión del reino, participar en mejorar tu mundo, primero con el evangelio, segundo con influencia en tu cultura, sociedad, mediante valores, y actividades de compromiso: brigadas, campañas, conferencias, capacitación… Acepta, como Abraham, tu llamamiento y sigue las indicaciones del Señor. Abandona tu autonomía y sigue el camino de la dependencia de quien te dijo “sin mí nada podrán hacer. El pámpano da fruto ligado a la vid”.
ADORACIÓN. Fuiste creado para adorar a Dios. De principio a fin (de Génesis al Apocalipsis) Dios, Cristo, son el centro de la adoración, centro del culto de la humanidad, meta de toda la creación, destino de la nueva creación, donde veremos su gloria de mar a mar, llenando nuestros sentidos, pensamientos y corazones de su amor y plenitud de su Espíritu Santo.
Y en medio de toda crisis global, el anuncio del evangelio, conocer a Cristo, sigue siendo lo mmás importante desde los ojos del cielo, desde el mirador de la eternidad, enfocado sobre la historia, sobre el hombre urgido de salvación.
Y mientras no se llegue a ese momento de adoración, la misión sigue en curso. Participemos de ella, anunciemos a Cristo.

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