EN EL NOMBRE DE CRISTO
6Aunque Cristo siempre fue igual a Dios, no insistió en esa igualdad. 7Al contrario, renunció a esa igualdad, y se hizo igual a nosotros, haciéndose esclavo de todos. 8Como hombre, se humilló a sí mismo y obedeció a Dios hasta la muerte: ¡murió clavado en una cruz! 9Por eso Dios le otorgó el más alto privilegio, y le dio el más importante de todos los nombres, 10para que ante él se arrodillen todos los que están en el cielo, y los que están en la tierra, y los que están debajo de la tierra; 11para que todos reconozcan que Jesucristo es el Señor y den gloria a Dios el Padre. Filipenses 2.6-11. TLA. (Traducción en Lenguaje Actual.)
¿Qué nombre recibió Cristo en su exaltación?
¿Cuál es el nombre más alto, digno, importante y lleno de gloria en La Biblia?
¿QUÉ NOMBRES TENÍA CRISTO EN SU HUMANIDAD?
El nombre que Cristo recibió en su ascensión no fue «Cristo». Ese nombre ya lo tenía. Tampoco recibió el nombre «Jesús», pues dicho nombre le había sido dado desde antes de su nacimiento.
Dice el evangelio de Mateo 1.20-21: «un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, descendiente de David, no tengas miedo de tomar a María por esposa, porque su hijo lo ha concebido por el poder del Espíritu Santo. 21María tendrá un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Se llamará así porque salvará a su pueblo de sus pecados”.».
En el mismo evangelio, 1.16, dice: «y Jacob engendró a José, marido de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo».
Asimismo, Mateo 16.16 dice: «Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente».
«Jesús», «Cristo», «Jesucristo», «Mesías», «Hijo del Hombre»… ya eran nombres o títulos aplicados al Señor en su humanidad.
En todo caso, recibió un «nuevo nombre», sublime, santo, único, distintivo, singular por sí solo, diferente en grado, aptitudes, adjetivos, cuya naturaleza habría de describir en Cristo rasgos de su personalidad, concordantes con su ascensión.
En su ascensión Cristo entra en otro nivel, o mejor dicho regresa a un nivel que le era suyo, pero al reingresar en dicho nivel, ha de recibir lo que ya tenía, era suyo y ha de tenerlo por corresponder a su naturaleza.
«EL NOMBRE» EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
Moisés vio una zarza ardiendo, pero la zarza no se consumía. Dios se le revela en esa visión y le revela su nombre: «Yo soy el que soy».
Más tarde, en Éxodo 33.18-19, Moisés le pide a Dios que le muestre su gloria y el Señor promete mostrársela y pronunciar su nombre. Y en el capítulo 34 Dios cumple su promesa. Muestra su gloria y pronuncia su nombre: ¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad...
El nombre de Dios es el más alto, sublime y glorioso. Ninguno como él para manifestar excelsitud ni santidad ni gloria. Sólo su nombre.
En el Nuevo Testamento no se usa la palabra Jehová, Yahvé o alguno similar. Ya desde el período intertestamentario se usa empleaba la palabra Kúrios (κυριος) o Kyrios para el nombre de Jehová o Yahvé. Véase la Septuaginta como ejemplo.
Todo lector o estudiante de hebreo, cuando se encuentra las cuatro letras hebreas יהוה lee «Adonai» «Señor» en vez de pronunciar Jehová o Yahvé.
El equivalente griego para el hebreo Adonai es Kúrios, «Señor». Kúrios es la palabra que se usa en el Nuevo Testamento cuando a Jesús, se le declara Señor, como cuando Tomás lo declara una vez que constata su resurrección: «Señor (Kúríos) mío y Dios (Teós) mío».
«EL NOMBRE» EN EL NUEVO TESTAMENTO: DIVINIDAD
«En el nombre de Cristo debe arrodillarse todo ser creado y declarar que él es «el Señor», dice Pablo.
El nombre que Cristo recibe no es «Cristo», ni «Jesús», ni «Mesías», sino el de «Señor», Kúrios, o Adonai, el nombre más excelso y sublime, el mismísimo nombre del Eterno Dios, el nombre de Jehová o Yahvé.
Debía ser así, pues él mismo es Eterno, como dice de sí mismo en el apocalipsis: «Yo soy el alfa y la omega −dice el Señor, el Dios todopoderoso−, el que es y era y ha de venir». 1.8
Desde el principio del evangelio de Juan se declara su ser eterno y divino, como palabra (quien da revelación) y como Dios mismo.
«El nombre sobre todo nombre» el Eterno, divino, santo, incomparable y sublime, es del de Adonay, Kúrios o Yahvé y ése es el nombre recibido en su exaltación.
¿Cuál es la importancia del nombre en su persona? ¡Respuesta de adoración! ¿Qué debería tomar en cuenta todo cristiano? Que el nombre de Cristo es «Adonai», el Eterno. ¿Y su importancia? ¡Vivir para él y confesar su divinidad!
SOBERANÍA
Confesar su nombre significa confesar su divinidad y su soberanía. Creó todo. Por lo tanto, ¿qué escapa de su poder? Como creador de todo, ¿su gobierno podría estar limitado? Como creador del tiempo, ¿la historia no está gobernada por él? Como creador de todo ser humano, ¿puede alguno echar a perder sus planes? Como creador del tiempo y la historia, ¿habrá circunstancia alguna que él no domine o esté fuera de su control y gobierno?
Toda circunstancia, por más penosa que sea, tormentosa o de dolor, sufrimiento o quebranto o humillación, está bajo el dominio del Señor.
Toda derrota, o fracaso o enfermedad, están bajo su dominio. Él, que controla todo, tiene planeado que pasemos por caminos de quebranto, porque en su plan será para nuestro beneficio.
Una vez que pasamos la prueba podemos ver con claridad que él tenía todo preparado y glorificamos al Padre porque salimos beneficiados.
EXALTACIÓN
El Señor Jesús había predicado que el que se humilla será exaltado, y él mismo es muestra, ejemplo y comprobación de su doctrina.
Se humilló hasta el nivel de más deshonra y Dios lo exaltó hasta el más alto nivel, el nivel de Dios mismo.
El desenlace definitivo de su humillación debía ser su exaltación al lado de su Padre, para compartir la gloria eterna que siempre habían compartido.
Cristo es el centro de toda promesa en el Antiguo Testamento. De toda. Por eso, como corazón de Las Escrituras, es el corazón de los planes del Padre.
Es el Hijo dilecto, el Unigénito, el coeterno con el Padre, con quien, junto con el Espíritu Santo, compartió la gloriosa gloria de santidad y su brillantez única y singular.
Por eso es exaltado, porque recuperó su naturaleza y cumplió todo plan, promesa y designio divino.
ADORACIÓN
De rodillas, y… 11para que todos reconozcan que Jesucristo es el Señor y den gloria a Dios el Padre.
De acuerdo con el plan divino, la tierra será llena de la gloria de Dios, en una plenitud comparada por el profeta Habacuc, «como las aguas cubren la mar».
Vivir para adorar es vivir para amar. No amamos si no adoramos. La evidencia de la pasión es la adoración.
La adoración se pone de manifiesto en una vida de pasión. Dios es el centro de la vida. Jesús es el motivo de vivir. Cristo es el amado, deseado, buscado, soñado, anhelado, idealizado… es el todo de la vida.
Vivir para adorarlo es vivir para amarlo. Un padre trabaja pensando en los bienes que adquirirá para su familia. Incluso puede dibujar qué les proveerá, a dónde los llevará de paseo, viaje, vacaciones o en los regalos que les hará.
Amar a Cristo es vivir, trabajar, hablar, comportarse para halagarlo, para ofrendarse uno en todo cuanto hace, planea y lleva a cabo.
Nuestra adoración es nuestra pasión por obedecer sus mandamientos y amar a nuestros hermanos en la fe, en primer lugar, y en segundo lugar amar al prójimo y compartirle el amor de Cristo en el mensaje del evangelio. En tercer lugar, es vivir para ser luz de este mundo y colaborar en mejorar el mundo en toda área: ecológica, financiera, laboral, salud, trabajo, ciencia, educación, etcétera.
Nuestra adoración es mesurable. Tiene peso, anchura, estatura, complexión, cabello, labios, ojos, pensamientos, ideales, sueños, planes, metas. Nuestra adoración somos nosotros dados en ofrenda al Adonai, a Cristo el Kúrios, el Dios Yahvé, el Eterno Jehová. Él es Cristo y ése es su nombre.
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