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viernes, 20 de abril de 2012

ÉXODO: ÉSTOS SON LOS NOMBRES

Estos son los nombres de los hijos de Israel que entraron en Egipto con Jacob; cada uno entró con su familia… Éxodo 1.1 
      El libro de Éxodo, en la Biblia Hebraica se llama «shmot», que es “nombres”. Nombre en hebreo es «shem» (en singular), y el plural es «shmot».
     Como es el caso en los cinco libros de La Biblia, en el original hebreo cada libro lleva como nombre una de las primeras palabras. Si leemos la traducción española, el inicio del libro dice como el encabezado de esta página:  ואלה  שׁמות, literalmente dice «Y estos son los nombres (veele shmot)».
     «Estos son los nombres…» es una declaración que pone en evidencia el que Señor nos conoce a todos personalmente, y así nos trata. Es un Dios personal porque es persona y porque trata a los hombres personal e individualmente. Aunque esté trabajando para la formación de una nación, los individuos no son tratados como una masa anónima.
Podemos tener una relación personal y directa con él por medio de Jesucristo, quien dijo: «mis ovejas me conocen y conocen mi voz y las llamo por nombre».

SE DESATAN LAS HOSTILIDADES 
Y murió José, y todos sus hermanos, y toda aquella generación. 7Y los hijos de Israel fructificaron y se multiplicaron, y fueron aumentados y fortalecidos en extremo, y se llenó de ellos la tierra. 8Entretanto, se levantó sobre Egipto un nuevo rey que no conocía a José; y dijo a su pueblo: 9He aquí, el pueblo de los hijos de Israel es mayor y más fuerte que nosotros. 10Ahora, pues, seamos sabios para con él, para que no se multiplique, y acontezca que viniendo guerra, él también se una a nuestros enemigos y pelee contra nosotros, y se vaya de la tierra. 11Entonces pusieron sobre ellos comisarios de tributos que los molestasen con sus cargas; y edificaron para Faraón las ciudades de almacenaje, Pitón y Ramesés. Éxodo 1.1-11. 
     (7) El pueblo de Israel se multiplica en medio de un ambiente de hostilidad. (8) José es menospreciado por el nuevo faraón. Dicho menosprecio se expresa en la frase «Se levantó sobre Egipto un nuevo rey que no conocía a José». «Que no conocía» hemos de comprender como «No quería saber nada de él».
     Equivale a borrar, incluso, toda memoria de José de los anales de Egipto. Ya antes José les había dicho a sus familiares que los egipcios discriminaban a la gente que se dedicaba al pastoreo. Más aún, detrás de estas cortinas está la discriminación étnica, y junto con ella la religiosa. Este nuevo faraón manifiesta abiertamente su menosprecio por José y cuanto implica, entre todo ello su gente, su etnia, su fe, su Dios, sus antepasados, su cultura y su familia.
     Y lo que justamente teme el faraón, eso tenemos desde un inicio del relato de “shmot”: 1. Multi-plicación étnica, 2. Se suscitaron las hostilidades, es decir, la guerra (espiritual, militar, étnica…) se desató y el pueblo entró en guerra contra Egipto, 3. Israel sale de Egipto., 4 Dios se glorifica (contra él era la guerra). El escenario es de guerra, anunciada por anticipación en el anuncio del protoevangelio en Génesis 3, cuando Dios declara la guerra perpetua entre las simientes, la de la mujer y la de la serpiente.
      En medio de la guerra hay redención y en Éxodo tenemos el cuadro completo del patrón de esa redención: guerra, liberación, manifestación de la gloria de Dios y adoración.

DIOS SE REVELA Y REVELA SUS PROPÓSITOS

        7Ciertamente he visto la opresión que sufre mi pueblo en Egipto. Los he escuchado quejarse de sus capataces, y conozco bien sus penurias. 8Así que he descendido para librarlos del poder de los egipcios y sacarlos de ese país, para llevarlos a una tierra buena y espaciosa, tierra donde abundan la leche y la miel. Me refiero al país de los cananeos, hititas, amorreos, ferezeos, heveos y jebuseos. 9Han llegado a mis oídos los gritos desesperados de los israelitas, y he visto también cómo los oprimen los egipcios. 10Así que dispónte a partir. Voy a enviarte al faraón para que saques de Egipto a los israelitas, que son mi pueblo. 11Pero Moisés le dijo a Dios: -¿Y quién soy yo para presentarme ante el faraón y sacar de Egipto a los israelitas? 12-Yo estaré contigo- le respondió Dios-. Y te voy a dar una señal de que soy yo quien te envía: Cuando hayas sacado de Egipto a mi pueblo, todos ustedes me rendirán culto en esta montaña. 13Pero Moisés insistió: -Supongamos que me presento ante los israelitas y les digo: «El Dios de sus antepasados me ha enviado a ustedes». ¿Qué les respondo si me preguntan: «¿Y cómo se llama?» 14-Yo soy el que soy- respondió Dios a Moisés-. Y esto es lo que tienes que decirles a los israelitas: «Yo soy me ha enviado a ustedes». 15Además, Dios le dijo a Moisés: -Diles esto a los israelitas: «El SEÑOR, el Dios de sus antepasados, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, me ha enviado a ustedes. Éste es mi nombre eterno; éste es mi nombre por todas las generaciones». ÉXODO 3.7-15 NVI

¿QUÍEN ES DIOS? 

La respuesta la da Dios al revelar su nombre. La pregunta no es de filosofía. La pregunta no tiene que ver con discurrir. La pregunta tiene que ver con revelación.
      En la Biblia no tenemos filosofía. El hombre no tiene que averiguar qué es la verdad, la justicia, lo correcto, lo justo, lo bello, lo santo, lo bueno, el sumo bien, qué es el hombre, qué debe hacer, cuál es su propósito de vida, para qué está en la tierra, cómo es Dios, qué atributos tiene…
      No, la Biblia no tiene que ver con filosofía (aunque la implique), tiene que ver con revelación. Los griegos se afanarán por resolver cuestiones filosóficas. Los hebreos tendrán que luchar y afanarse por vivir de acuerdo con la revelación dada por Dios.
      De una y muchas maneras será más fácil convivir con la filosofía, hechura humana, que vivir de acuerdo con la revelación. En la hechura humana uno puede modificar sus propios principios y jugar a ser un ser inacabado, en proceso, en desarrollo, motivado por el pensamiento y valores humanos, encerrado en un laberinto de ideas, conceptos, reinicios, estaciones, y ajustar la propia conciencia a conductas que uno mismo pondrá de moda, pero sin Dios. Al fin y al cabo en la filosofía el hombre mismo es quien legitima sus principios, no depende de ninguna autoridad espiritual, pues él mismo es la suya.
      Y siempre será fácil, pues uno tendría siempre una meta hedonista con fundamentos carnales, presos de la humanidad caída que no permite el ingreso de Dios en su celda, ni en su pedantería admite la necesidad de guía para conocer la verdad divina. Igual que la pregunta del salmista:
«Cuando contemplo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que allí fijaste, me pregunto: “¿Qué es el hombre, para que en él pienses? ¿Qué es el ser humano, para que lo tomes en cuenta?”», (Sal 8.3-4)
      La pregunta no es filosófica, no tiene que ver con la ética, con la antropología ni con la estética, pues es una pregunta de asombro y adoración. ¿Qué es el hombre comparado contigo? ¿Por qué te ocupas de él siendo tú tan grande, santo, eterno, puro…? La pregunta, aun cuando tiene al hombre en el centro, gravita en torno a Dios, el eterno, el Dios bueno y misericordioso y de gracia, que se manifiesta en toda su bondad a sus siervos.
      En la Biblia tenemos revelación. No tenemos que indagar qué es lo justo, pues ya Dios lo reveló. «Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios.» Miqueas 6.8. La Escritura revela qué es la verdad, lo justo, lo bueno, lo correcto, lo misericordioso y qué es el hombre…
      Así, nadie tiene por qué extraviarse si se atiene a indagar, en todo caso, qué es la verdad de Dios, qué dice él que es lo bueno, cómo practicar lo correcto, ser justo y vivir la verdad de él. Algunos temas que tenemos en SHMOT, son la guerra espiritual, el gobierno de Dios, la presencia de Dios entre su pueblo, el patrón de redención, Cristo prefigurado en la pascua…
     
DIOS GOBIERNA LA HISTORIA

      Si Dios creó el mundo y todo lo que cabe en el universo, toda categoría cae bajo su gobierno, por eso Dios es Señor de la historia. Se revela a sí mismo por medio de sus hechos históricos. La historia es el escenario donde se ven sus actos portentosos. La capacidad de percibir y leer sus obras en la historia exige vivir bajo la categoría de la fe. Sin ella, los actos divinos son acontecimientos, registro en el calendario de algo que pasó. La fe para ver al Señor en la historia también es dada por Dios, también es gobierno de Dios.


DIOS GOBIERNA LA NATURALEZA 

      Como creador del universo, la naturaleza está bajo el señorío de Dios para cumplir con sus propósitos divinos. Ejemplo de ello son las plagas que sufrieron los egipcios como testimonio de la soberanía de Dios sobre toda su creación. Lo milagroso no sólo da evidencia del poder sobrenatural de Dios, sino que también evidencia su soberanía sobre la naturaleza, tanto en maneras como en tiempos. Dios tiene el poder y el derecho de usar las leyes naturales, de intensificarlas, o de superarlas cuando ejerce su voluntad. No obstante, su obra siempre está de acuerdo con la naturaleza de su persona y su propósito redentor.

DIOS SE ENSEÑOREA EN EL HOMBRE 

      Éxodo revela cómo Dios se vale del hombre como instrumento en la obra de la redención. A guisa de ejemplo, Dios tomó a Moisés, un hombre arrebatado, e hizo de él uno de los hombres más destacados en la historia mundial. Su transformación se subraya con los términos bíblicos con que es descrito: “Y aquel varón Moisés era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra” (Números 12.3).
      Su señorío no es sólo sobre los hombres escogidos por él para llevar a cabo su labor de redención, pues en la obstinación de faraón Dios también se glorifica. La necedad del egipcio muestra de qué manera Dios se glorifica en la misma maldad, sea de origen humano o diabólico.
      Como ejemplo tenemos la crucifixión de Cristo. La maldad humana sirvió a los propósitos divinos. Si bien todo hombre es pecador, no todos cometemos los mismos grados de maldad. No cualquiera de nosotros hubiera clavado los pies y manos de Cristo a la cruz. Para hacerlo se requería la participación de gente malvada para cumplir los designios de Dios, como dijo Pedro el día que predicó en Pentecostés, cuando dice de Jesús:
«Éste fue entregado según el determinado propósito y el previo conocimiento de Dios; y por medio de gente malvada, ustedes lo mataron, clavándolo en la cruz.» 
EMANUEL, DIOS CON NOSOTROS

      Éxodo hace hincapié en la presencia del Señor con su pueblo. Además del Tabernáculo de su presencia, hay otros términos especiales en el libro que lo revelan: el nombre de Dios, el rostro de Dios, la gloria de Dios, y la santidad de Dios. La particularidad del tabernáculo es que era al mismo tiempo «tienda del encuentro» y «lugar donde «moraba la presencia de Dios» o donde «se hacía visible la presencia (Shekiná) de Dios». Por donde fuese del pueblo Dios iba con él y el signo de su compañía o presencia era el tabernáculo.

SENTIDO CRISTOLÓGICO 
     
      Todo en el tabernáculo tiene sentido Cristológico. Cristo es el «pan de vida», «la luz del mundo (dentro de la tienda la única luz era la del candelabro)», Cristo mismo era el tabernáculo de Dios, lleno de gracia y de verdad, dice Juan que, literalmente, afirma: «Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y hemos contemplado su gloria, la gloria que corresponde al Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad». En el texto, «habitó», literalmente en griego es «tabernaculó» o «hizo su tabernáculo» y, como en la tienda que construyó Moisés, en este tabernáculo que es Jesús, también se ve la gloria, pero a diferencia de la del A.T. en este tabernáculo la gloria es presente, es propia.
      El nombre de Dios. Al revelar su nombre misterioso, YO SOY EL QUE SOY, Dios esconde su persona y a la vez se revela. El texto, yo soy el que soy (אהיה אשׁר אהיה) implica “ser y estar”.
      Su naturaleza es eterna, Dios siempre «es» y «nunca deja de ser».
      Soren Kierkegaard acuñó una paradoja, con su frase «Dios no existe, es eterno». El Señor (Jehová o Yavé, הוהי), que en algunas versiones en español (y otros idiomas, como francés o italiano) se traduce «EL ETERNO», manifiestan la presencia de Dios en su planeta.
      Tal presencia, en teología es definida como “inmanencia”. En español, “inmanente” viene del latín, immaens, -entis, de immanere, permanecer en.
      El concepto define algo que es inherente a algún ser o va unido de un modo inseparable a su esencia, aunque racionalmente pueda distinguirse de ella. «Dios está en el mundo, pero no es parte de él.» Su presencia es prometida por él y alabada por el hombre.
      Su nombre es SEÑOR (Jehová o Yavé). Dios mismo es inmanente, y la prueba de esto se ve en los hechos históricos: El respondió: Ciertamente yo estaré contigo. Esto te servirá como señal de que yo te he enviado... (3:12).
      El nombre representa la persona: Yavé es persona; es Señor; es Todopoderoso; es Redentor y está presente con su pueblo. El rostro de Dios. El rostro de Dios indica la presencia de Dios, como le dijo a Moisés: «No podrás ver mi rostro, porque ningún hombre me verá y quedará vivo» (33:20). «Mi rostro» y «me verá» son intercambiables; entonces, el rostro representa a Dios mismo. Aunque no se le verá físicamente, él está presente.
      Se le ve con los ojos espirituales y únicamente por medio de la revelación que él hace de sí mismo. Dios toma la iniciativa en la revelación y se revela lo necesario para cumplir con su propósito. Aunque la revelación siempre sea parcial y misteriosa, es personal, es reconocida, es dinámica, y se efectúa en el contexto de la historia.
      Dios es inmanente y está activo en su creación. La gloria de Dios. Jehovah demostró su gloria al librar al pueblo de la esclavitud (ver 14:18), al guiarles en sus peregrinaciones en el desierto (ver 16:10), en la ratificación del pacto (24:15–18), y en el Tabernáculo (ver 29:43; 40:34–38).
      La gloria (kabod) es la manifestación visible y sobrenatural de la majestad incomparable del Eterno. La palabra «gloria« viene de una raíz que significa “algo pesado” o “sustancial”. La gloria de Yavé es el honor que resulta de la suma de todos sus atributos, o simplemente, de su ser.
      Asimismo se consideraba como «la presencia ardiente» de Dios mismo. El salmista lo expresa:
«Contad entre las naciones su gloria, en todos los pueblos sus maravillas; porque grande es el SEÑOR (Jehová o Yavé), y digno de suprema alabanza… Gloria y esplendor hay delante de él; poder y hermosura hay en su santuario» (Sal. 96:3–6). 
Gloria y santidad de Dios. De la gloria de Dios podemos decir que es un poder que a veces abruma a alguien, mientras que la santidad es un poder que inspira o da vida, y ambas son sólo propias de él, son sus atributos.
      La palabra santidad viene de una raíz que significa «cortar», o «separar». En el AT la santidad implica, además de una calidad de pureza de vida, un poder de Dios que se emplea en su misión redentora. Dios es Santo, es diferente del hombre; Dios espera que los suyos se santifiquen (19:10–24), que sean diferentes en cuanto a la conducta y en cuanto a la misión o propósito de la vida. El concepto de la santidad recibe su orientación principal de la relación del pacto entre Dios e Israel. Los hechos salvíficos a favor de Israel son demostraciones de su santidad. La morada del SEÑOR en medio del pueblo es también una evidencia de ella (véase Oseas 11:9).
      El SEÑOR es el Santo de Israel, no por apartar exclusivamente al pueblo para sí mismo, sino porque ha apartado a Israel en función de ser un intermediario para las naciones:
«Si de veras escucháis mi voz y guardáis mi pacto, seréis para mí un pueblo especial entre todos los pueblos. Porque mía es toda la tierra, y vosotros me seréis un reino de sacerdotes y una nación santa» (19:5, 6). 
      Aunque Dios demostró su santidad por medio del rescate de Israel y del establecimiento del pacto, se reservó el derecho de manifestar su santidad fuera de esta relación cuando quisiera. La relación del SEÑOR con Israel no era exclusivista. Además cuando Israel rompía el pacto Israel por su infidelidad o desobediencia, no violaba la santidad divina. Realmente la santidad de Dios exigía el castigo de los participantes de la falla o el pecado.
      El Dios Santo, de manera soberana, escogió entrar en pacto con el hombre. Todos los pactos de Dios son unilaterales. Él los inicia, son su iniciativa por voluntad propia. El hombre jamás podrá hacer un pacto con Dios, porque los pactos son entre iguales. Sí podrá, en todo caso, hacer votos delante del SEÑOR, pero pactos nunca. Dios es supremo y es creador, el hombre es criatura suya. Sería arrogante afirmar que podemos hacer pacto con él.
      Hacer votos, por otro lado, nos colocaría en el papel que nos corresponde: adoradores humildes del gran Dios Eterno, a quien damos toda honra y gloria. Con respecto a pacto y la santidad, el hombre inmundo puede conseguir la santidad únicamente por medio de la gracia divina que provee salvación y entrada al pacto en Cristo. No obstante, el hombre es responsable de entrar o no.

      GUERRA ESPIRITUAL 

      En la cosmovisión bíblica Dios es creador de todo, por lo tanto todo le está sujeto, todo está bajo su soberanía. No hay una guerra eterna entre el bien y el mal. Sólo Dios es eterno. Todo lo demás tiene un empiezo por ser creado.
      En Éxodo la guerra espiritual tiene matices claros. La guerra es política. Una nación esclaviza a otra. La guerra es de explotación laboral. Una nación explota a otra en términos laborales. La guerra es de abuso, humillación y de violación de derechos humanos.

      La guerra es económica. Se optimizan los recursos de una nación a costa de otra.
      La guerra es hegemónica. Un imperio abusa de las demás naciones, pero más de una en particular.
      La guerra es étnica. La discriminación es abyecta.
      La guerra es religiosa. Se impide la adoración al único Dios.
      La guerra es espiritual. Se confronta la fe en el Dios único y las plagas ponen en evidencia que el imperio quiere imponer la supremacía de sus ídolos sobre la fe en el Dios único.

LA PASCUA 

      De todos sus elementos, la levadura, el sacrificio del cordero o cabrito, la sangre y la muerte de los primogénitos de las familias egipcias, como la de los animales, son importantes por formar parte del patrón de redención. La redención (liberación) tiene elementos concretos: juicio, sentencia, muerte, liberación y adoración.
      La Pascua enmarca todos los aspectos de la historia bajo la perspectiva espiritual. Todo es espiritual: política, imperios, gobiernos, finanzas, discriminación, economía, explotación… Y todo ha de ser redimido para la gloria de Dios.
      En el marco de la celebración de la Pascua todos los componentes de la historia son juzgados y todos son derrotados. Sólo quienes participen de la Pascua saldrán de la esclavitud holística de la historia gobernada por los poderes de las tinieblas.
      Sólo la Pascua tiene el poder redentor. Quienes la asuman, la hagan suya y la vivan, serán librados. El cordero o cabrito sacrificado, y su sangre, son símbolos de quien es sacrificado por nosotros, Cristo. Y la libertad que el cordero da, es el patrón de la salvación.
      Dicho patrón implica juicio contra toda potestad, humana y espiritual. Los poderes políticos del imperio egipcio y sus deidades, así como Satanás y todo demonio, fueron juzgados y derrotados. Limpiarse de este mundo (santificarse), en el panorama paulino, queda claro:
Así que echen fuera esa vieja levadura que los corrompe, para que sean como el pan hecho de masa nueva. Ustedes son, en realidad, como el pan sin levadura que se come en los días de la Pascua. Porque Cristo, que es el Cordero de nuestra Pascua, fue muerto en sacrificio por nosotros. 1Co 5.6 DHH
      Ser santo, en la Escritura se enmarca como «ser diferente». A donde vaya, el pueblo deberá diferenciarse de las demás naciones con respecto a sus valores, creencias, conducta y adoración. Los otros pueblos practican espiritismo, culto sexual (hetero, bi, o de chile dulce y de manteca), pero el pueblo de Dios deberá ser diferente (santo). No se le aprueban mentira, asesinato, corrupción («mordida», «cohecho», «soborno, «moche»…), culto sexual, homosexualidad, enriquecimiento ilícito… toda la «cultura de la legalidad» dependía de obedecer los mandamientos de Dios, que no eran diez, sino seiscientos trece.

LOS DIEZ MANDAMIENTOS 

      Fueron la esencia del derecho y de la bendición de Dios para las relaciones entre individuos y naciones. Si en cada nación se practicaran por parte de gobernantes y gobernados este mundo sería otro. No habría crimen organizado (o desorganizado), ni hogares rotos, ni niños huérfanos o abandonados. No habría encarcelados por enriquecimiento ilícito, ni niños, niñas o personas violadas… ni pornografía infantil ni de cualquier otra. Ni divorciados con sus consecuencias… ni adúlteros, ni difamadores, ni gobernantes ni gobernados corruptos.
      Vivir los diez mandamientos sólo puede resultar en bendición mundial, global, holística, pese a que alguien ose llamar retrógrados a quienes los prediquen y vivan. Si bien hemos de verlos desde la teología, como verdad revelada por Dios, fuente de toda verdad, también los vemos verificados a partir del hombre mismo, quien comprueba que aplicarlos sólo puede resultar en bendición para su vida, familia y sociedades.

DIOS
      En los Diez Mandamientos no hay margen para pensar en plural, ni en la posibilidad de otros dioses. Todo lo que se diga deidad aparte de Dios, es falso. La Biblia repudia toda otra deidad. No hay otro Dios fuera del Dios bíblico. La multitud de los dioses de la religión hindú son falsos, ilusión. De donde sean, Asia, Medio Oriente, América, Oceanía… La declaración bíblica «Oye Israel, nuestro Dios es el único SEÑOR», resume la fe y la declaración de que sólo hay un Dios.
      La fe politeísta no tiene cabida en La Escritura. dioses virtuales. No obstante, aclaremos, el hombre suele deificar el mundo conceptual, virtual o cultural, de tal manera que si afirmamos que el Dios soberano de la Biblia tiene la última palabra, en la realidad se deifica, por ejemplo, a la universidad, quien adoctrinó a todo estudiante y quien tiene la última palabra para el estudiante es la universidad.
      La universidad tiene la última palabra con respecto a lo que está bien o lo que está mal. El campus es territorio sagrado, las aulas son un templo y sus sacerdotes son las autoridades en ella, profesores o rectores, y los adoradores son los estudiantes o sus fans, académicos entre otros. Desde la perspectiva del dios universidad, y sus adoradores, los problemas sociales, económicos, políticos, de salud, familiares, de gobierno, matrimoniales…, todos tienen su solución desde la óptica universitaria.
      El dios universidad tiene la última palabra. «No tendrás dioses ajenos delante de mí», como categórica declaración bíblica de parte de Dios, deja fuera incluso todo Dios virtual, conceptual, deportivo o cultural, ya no digamos los dioses fabricados, los ídolos de madera o cualquier otro material.
«No pronuncies el nombre del SEÑOR tu Dios a la ligera…» Honrar a Dios y honrar la vida de manera holística. Tener en mente su nombre con respeto, lleva a respetar toda la creación, todas las relaciones, toda actividad, toda meta, todo proyecto, todo quehacer. Tratar con respeto a quien es la fuente y dador de la vida y lo que hacemos en ella: deporte, finanzas, salud, medicina, comercio…
      La vida como misterio, como seriedad y como dicha, lucha y triunfo y derrota, como algo sagrado y lúdico, para alabar, bendecir y agradecer y adorar con y en ella a su dador, Dios.
 «Recuerden que el sábado es un día dedicado a mí.»  El tiempo es espiritual. Todo cuanto acontece en su área es espiritual. Lo importante en La Escritura no es la santificación de los objetos o lugares. Lo primero que Dios santifica es el tiempo.
      El tiempo lo abarca todo en la vida, individuo, relaciones, actividades, proyectos, finanzas, deporte… Se santifica el tiempo en relación con a quién se le dedica la vida, para quién se vive.
«Honra a tu padre y a tu madre, para que disfrutes de una larga vida en la tierra que te da el SEÑOR tu Dios.» Respeto por los padres, honrarlos, darles su lugar, apreciar su inversión de vida en uno como hijo, honrarlos en sociedad, agrada al Señor. En ciertas culturas va en contra de la corriente, pero no es la cultura la que debe determinar cómo tratar a los padres.
      Cuando la cultura perfila y dirige el trato hijos-padres, los hijos son irrespetuosos y no les importa humillar a los padres en sociedad. Humillarlos en público puede parecer, incluso, un acto digno de presumir, un motivo para alardear, aun de encarar a la sociedad con insolencia y presunción de ser valiente en quebrantar valores, y tradiciones conservaduristas consideradas manidas.
        Los padres tienen de parte de Dios autoridad. Concedida por Dios, al hijo le corresponde obedecer. Con el paso del tiempo, los padres también acumulan sabiduría. Al hijo le queda bien escucharlos, pedirles consejo y reflexionar sobre las enseñanzas recibidas. Además de sabiduría, prudencia es una más de las virtudes acumuladas por los padres.
      Se pueden anticipar a los actos y sus consecuencias, pueden prever resultados y daños con anticipación. Además, como enseña Pablo, es el primer mandamiento con promesa de vivir por sobre el promedio de vida como bendición de Dios.
«No mates.» Conservar la vida, no quitarla, es valor divino en acción. Quitar la vida, no obstante, no siempre es un crimen. Los secuestradores, en la Biblia, deben ser castigados con la muerte, a fin de desarraigar ese crimen («El que secuestre a otro y lo venda, o al ser descubierto lo tenga aún en su poder, será condenado a muerte». Éx 21.16).
      Alguien podría matar sin ser asesino. La Escritura lo considera. En el caso de los accidentes, quitarle la vida a una persona no lo convierte a uno en asesino. Matar, en la Biblia, implica mala intención, un plan, odio, una acción llena de pecado contra alguien específico o elegido al azar. La mala intención, la maldad, la desobediencia a Dios, son el matiz del corazón asesino.
      Se puede ser asesino virtual, social, sin quitarle la vida física a una persona. El arma es el chisme y la difamación detrás de él también está un corazón lleno de maldad. Sanar el corazón de maldad, odio y rencor, abre la puerta para preservar y trabajar en bien de la vida, en vez de quitarla.
 «No cometas adulterio.»  También hay un corazón asesino detrás del adulterio. Se asesina un pacto de amor, se aniquila al amor mismo, además de envenenar a la persona afectada. Millones de hogares, y millones de hijos serían beneficiados por guardar este mandamiento. Nos consta tanto a las víctimas como a los victimarios.
      Una nación sin adúlteros sería beneficiada en muchas áreas de sus planos: financiero, social, académico, familiar, cultural, justiciero, deportivo…
«No robes.» Políticos enriquecidos a costa de su nación los hay por miles. En toda nación. Empresarios igual, a costa de explotar a sus trabajadores. En la lista se pueden inscribir comerciantes, mecánicos, electricistas, trabajadoras de oficinas, vendedores de tiendas de autoservicio, las mismas tiendas, maestros, directores de colegios, taxistas, pintores de casas, albañiles, talleres mecánicos y eléctricos y de pintura…
      No acabaríamos, sin omitir a vendedores de bienes raíces y de seguros, incluyendo a casas aseguradores, bancos y bancarios, casas de bolsa… Ong’s y A.C. no son la excepción, sin olvidar a hijos o cónyuges. Lo cierto es que evitar el robo, en cualquiera de sus manifestaciones, haría empresas, organizaciones e instituciones fuertes, vigorosas, poderosas, trascendentes y universidades, colegios, naciones… serían beneficiados por sus honestos habitantes.
      No robar, sino hacer lo contrario, enriquecer y beneficiar a otros, es lo propio de Dios, quien de sus riquezas da siempre a los demás.
 «No des falso testimonio en contra de tu prójimo.» Falsificar información sobre una persona pone en riesgo su vida, su fama, su familia, sus bienes, su historia, su futuro, sus finanzas… todo lo que es él y a cuantos lo rodean. Bendecir, no perjudicar, va de la mano con quienes caminan con Dios y siembran bendición en su sociedad y benefician a su país y a su prójimo.
«No codicies… nada de tu prójimo…» Cónyuge, hijos, felicidad, éxitos, profesión, propiedades, autos, dispositivos, inteligencia, estudios, títulos, posición, influencia social, preparación, liderazgo, capacidades… Descubrir los talentos recibidos por Dios, y toda habilidad, virtudes, configuración de Dios en uno, nos lleva a amar a Dios y agradecerle por sus bondades derrochadas en uno mismo. Y explotar todas esas habilidades lo honra.
      El prójimo recibió de Dios igual, bondades, habilidades, talentos, y con ellos honrará al Señor (o lo despreciará). Lo importante es que nosotros vivamos agradecidos toda la vida. Nos da igual, 24 horas de vida, nos da vida, nos concede la oportunidad de conocerlo y vivir para él, disfrutarlo, adorarlo, que es la meta de nuestra vida y del universo entero, el propósito de su y nuestra creación.

LA GLORIA DE DIOS CONCEDIDA

      Moisés le pidió a Dios que le concediera ver su gloria y Dios se lo concedió. Le permitió «ver sus espaldas» es un término antropocéntrico para indicar que se le concedería ver «algo», una breve o pequeña manifestación de su gloria. Con el tiempo, a la gloria de Dios manifestada los rabinos la llamaron «shekiná» que no es un término bíblico, sino hebreo, rabínico.
      Dios camina con su pueblo y lo manifiesta con su gloria, la nube sobre la «tienda del encuentro». Dios había prometido a su pueblo que caminaría en medio de ellos. Cristo es el cumplimiento de toda promesa divina.
      En Cristo Dios habita (hace su tabernáculo) en medio de su pueblo.
      En Cristo Dios cumple la promesa de caminar con su pueblo (la iglesia, constituida por judíos y gentiles).
      En Cristo se personifica el pan de vida.
      En Cristo el candelabro que ilumina al hombre para encontrarse con Dios se hace realidad.
      En Cristo el cordero pascual que da vida es ofrecido por todo el mundo.
      En Cristo la ofrenda del holocausto es la vida entera ofrecida en plenitud como adoración definitiva y total a Dios.

PASCUA Y MANDAMIENTOS 

      Éxodo presenta con claridad el patrón para vivir bajo el gobierno de Dios. Primero se es liberado (Pascua) y luego se reciben instrucciones (Mandamientos) para obedecer a Dios. Gracia y obediencia son los eslabones históricos que unen al pueblo de Dios. Por medio de Cristo recibimos la gracia de la redención, en él somos hechos libres, y con corazón agradecido, amoroso, devoto y pasional por vivir para la gloria de Dios, lo obedecemos.
      Cumplimos sus mandamientos, no para ganarnos la salvación, sino para mostrar la redención que Dios, por medio de Cristo, llevó a cabo en nosotros. Por gracia obedecemos, por gracia amamos a Dios, por gracia vivimos para él, por gracia buscamos con pasión su gloria, por gracia extendemos el evangelio a fin de que en toda la tierra Dios sea adorado. Celebremos a Cristo nuestra Pascua, vivamos la libertad recibida por medio de él, vivamos para él. «»